jueves, 14 de septiembre de 2017

sábado, 2 de septiembre de 2017

A paixón labrega (7º)

Encuentros.

El uno de Septiembre, un viernes del año 2017, decidí ir con Chamán a la cumbre del monte Pico Sacro. Ese lugar de cuarzo, con tanto misterio y leyendas. Cuentos místicos como el de la reina Lupa, o el del dragón, llaman a las personas curiosas a visitar ese entorno, con cuevas naturales, de gran profundidad y caídas verticales de hasta 30 metros de altura.
El buen clima nos acompañó toda la jornada y antes de llegar a nuestro destino, decidí parar en la capilla de Santa Isabel, donde nos refrescamos en la fuente, que si bebes de ella, estarás bendecido y protegido por esta Santa. Miramos el rio desde el puente. Su caudal es bajo y de velocidad en su fluir, suave, en esta época del año. En la sombra de los robles, altos laureles y pinos, nos regocijamos con el frescor del campo y lo rural. Me entró el apetito y decidí darme una vuelta por los alrededores, a ver si encontraba algún frutal, que tuviese las ramas torcidas por el peso de sus frutos. Caminando por el linde de la carretera comarcal sin pintar, vi a una mujer dentro de una finca recogiendo manzanas. Llevaba una cesta de mimbre, cargada de redondas piezas de sabroso color verde fresco… eran manzanas que reflejaban los rayos del sol, como un filtro fluorescente… hipnótico. Alimento gallego campechano, me dije en los ecos del pensamiento. La salud de vivir.
La mujer me saludó, y comenzamos una conversación de temas superficiales, en un principio, luego se tornó en un solo tema, la pasión del campesino. Me invitó a una manzana, luego hizo de guía y anfitriona mientras me enseñó lo que tenía plantado en la huerta. Aquello si que era la verdadera riqueza. No le importó, que el perro de raza Bóxer, Chamán, viniese conmigo en todo momento, todo lo contrario, se preocupó en darle de beber agua fresca de un pozo, que sacó con un balde. También le dio de comer. Ante tanta empatía, cordialidad, solidaridad y nobleza… solo pude ofrecerme a ayudarla con la recolección. Ella aceptó, con una gran sonrisa en su rostro. Era luz.
En las dos horas siguientes, recogimos y pesamos todo el producto. Cien kilos de puro aroma natural. La armonía que nos arropa, en esos momentos, es una melodía con un ritmo pausado. Es la satisfacción que te causa la sensación de haber echo un buen trabajo. Terminamos hablando de como hacer compota, mermelada y membrillo de manzana. Cuando me marché y mientras me despedía, me regaló nueve kilos de manzanas y un cesto de alimentos frescos, escogidas por ella misma. También me dijo el secreto de su receta. Se lo agradecí, con un abrazo y en la mirada, la seguridad de que sus conocimientos y sabiduría, no quedarían en el olvido. Serían compartidos y degustados. Así es la tradición. En mundos pequeños se crean grandes legados. Así es la respiración y el palpitar vital.
Volveré, al monte Pico Sacro, en otro buen momento, para seguir las sendas del Úrcalo en la causa de la marcha del caminante.