Inmensidad.
Esa
madrugada de Febrero, se levantó a las cinco, con el cansancio en el
cuerpo. Agotado hasta los huesos. Las noches no eran un sueño
relajado continuo, desde ya hacía muchos años. Su espalda le dolía.
El cuello estaba tenso. Los músculos como hierro. La sangre le
hervía. Un nudo en la garganta, le impedía hablar. En la mente,
muchos calvarios. En sus emociones, caos. Lágrimas escritas con la
tinta divina del alma. El espíritu se retuerce en un charco
subterráneo de entes devoradoras. Oscuridad. La soledad de las
guerras internas es brutal. Pura supervivencia. Donde las prioridades
echaron raíces, no se paró un instante el miedo. Su voluntad nunca
se suicidaría.
Preparó
su ropa. Entró en el baño para asearse, afeitarse, cepillarse los
dientes y peinar la melena enmarañada, antes de ducharse. Siempre
era un momento de mucho frío. El edificio pasaba de los treinta años
y la humedad imparable, se había abierto camino desde el tejado a
los cimientos. En aquella atmósfera helada, lavó su cuerpo. El
vapor calentó unos breves grados la estancia triangular, los
suficientes para no sentir al instante el impacto del brusco cambio
de temperatura. La cortina de la ducha, provocaba un efecto
invernadero templado. El agua resbaló por su nuca, solo le
interesaba dejar de oír voces de recuerdos que rebotaban en las
paredes de su delicado cerebro. Solo quería silencio.
El
péndulo del reloj de madera de pared del pasillo, marcaba un ritmo
compulsiva y permanente. Cuando terminó de vestirse, en la
habitación donde dormía, Chamán ya lo miraba con entusiasmo, desde
encima de la gran cama de matrimonio. Eran las seis. Durante la
siguiente hora se dedicó a las tareas del hogar. Mientras barría y
fregaba el piso, hizo una colada con el programa de quince minutos y
pasó las piezas de tela a la secadora, durante cuarenta minutos
acalorados. La rutina había convertido aquel trabajo, en un hábito
cotidiano, memorizado con la exactitud y tenacidad de un robot. Todo
lo hacía siguiendo un patrón y un orden, para ganar el máximo
tiempo posible. Chamán lo esperaba, sin quitarle ojo de encima,
atento a la preciosa orden que lo sacará a la calle.
-
Vamos, Chamán, vamos a caminar un poco.- Le dijo el Caminante con la
correa en la mano desde la puerta del piso. Chamán dió un salto,
corrió hacia la salida y se coló entre las piernas del compañero,
que ya le iba poniendo la correa al cuello. Normas de convivencia
social, para seres racionales. Los dos se miraron, cuando cerraron su
hogar.
Se
marcharon dirección sureste, siguiendo la carretera comarcal, hacia
el monte de La Pena. A unos tres kilómetros, se metieron por una
pista forestal en pendiente, después de repostar agua en una fuente
cercana. Chamán disfrutó de la libertad de correr sin correa. Los
guijarros de cuarzo se desperdigaban por todo el suelo. Los árboles,
mojados por las lluvias recientes y mecidos por el viento, acicalaban
con sus ramas la corteza de sus hermanastros vegetales. Todo, era un
universo de movimientos imprevisibles. El horizonte mostraba su nuevo
plan de vida. Las nubes cargadas de rayos y truenos, esperaban
imponentes a emboscarlos. No hacía falta ser vidente para
pronosticar la tormenta. La lluvia es la artesana y el viento es el
artista. La piedra de granito, está tallada con el cincel del clima
del fin del mundo. Un lienzo eterno, sin terminar, en su infinito
progreso. Un dibujo, continuamente cambiante. El creador de semejante
obra, posee el don de conocer la fórmula del ecosistema. Un secreto
del misterio de la naturaleza. Ningún lugar de la tierra, continua
igual de un día para otro. Siempre es nunca y nunca es siempre.
Para
conectarse con el universo, no se va por rutas fronterizas. Viejas
culturas cuentan en sus historias, extrañas escenas pasadas,
diluidas en la fantasía de las leyendas. No hay nada igual que lo
remoto. Árboles encantados que devuelven el daño que les hacen. La
venganza del entorno nos rodea en perfecta armonía. Idiomas de la
percepción que no están escritas como lenguas . Tampoco están
muertas. Abrazar los árboles para sentir su pulso y vibraciones. Su
palpitar. Tótenes que nos transportan a otra realidad. Siempre
dispuestos a protegernos a todos. En nuestro interior hay un lobo
blanco y uno negro, dependiendo a cual alimentes, nacerá lo peor o
lo mejor de uno mismo. Una comunión de melodías, callan la opinión
de las balas de la desesperanza. Las conspiraciones crecen.
Se
pararon a contemplar el este desde una peña gigantesca. La niebla
bajaba con prisa por el cauce del río Ulla. En su desembocadura, las
lombas de arena parecían balsas a la deriva, que aparecían y
desaparecían tras el telón de la espesa bruma. Solo estaban a unos
150 metros de altitud, pero desde allí observaban todo el valle, de
Leiro. La playa de “as areas de xinide”, en la ensenada de Rial,
donde había aprendido a nadar. Seguía siendo misteriosa y tétrica.
Salvaje y virgen a su manera. La playa de la ceniza, llena de
visibles rastros de canteras antiguas. Vestigios de marcas del
esforzado trabajo de nuestros antepasados. A la falda del monte
Palleiro, los petróglifos se esconden entre una maleza
intransitable. Los montes de la provincia de Pontevedra, como el de
Xiabre, en el Concello de Catoira, cierran la escena paisajista del
mirador. Allí estuvieron un buen rato, hasta que la lluvia fue tan
intensa, que les impedía ver. Con cada golpe del incesante goteo, su
ropa se encharcaba, haciéndose mas pesada y fría. Chamán,
disfrutaba recorriéndolo todo y bebiendo en las charcas de agua
fresca que iba encontrando en las erosiones de las enormes piedras
graníticas. Subieron a lo alto, atravesando el monte por donde había
ardido. Todo eran troncos negros, helechos verdes o marrones y
pequeños brotes de infinidad de hiervas verdes. Tojos y zarzas eran
la alfombra durante todo el sendero a campo a través. Se
resguardaron, por fin, debajo de unas rocas que estaban inclinadas de
tal manera que formaban un pequeño habitáculo donde se podía estar
medio metido de cuclillas. Protegió la mochila como pudo, le
preocupaba la humedad en la cámara de fotos. Tuvieron que esperar
durante una hora, hasta que pasó lo mas fuerte del temporal. Recordó
cuando era un niño y se subía al mirador de hierro que ya no
existía. Un mirador enorme, que se veía desde todo el territorio
que abarcaba el Concello.
-
¿No tienes frio, e? Eres duro compañero. Hoy no pudimos hacer
muchos kilómetros, ya exploraremos otro día con mejor y más
tiempo.- Clavó la lanza de madera de roble en el suelo y se
incorporó. Las piernas las tenía entumecidas por la postura y
sintió calambres. Murmuró un gruñido apagado. A lo lejos divisó
un grupo de cinco jabalíes. Una familia.
El
fuerte viento, los empujó, como un grandullón que abusa de su
fuerza. Se dejaron ir por el cortafuegos cuesta abajo hasta que
llegaron a la bifurcación con la pista que los llevaría hacia la
cantera que estaba cerca del instituto. De allí a su casa, solo les
quedarían quince minutos de trayecto. Llegarían a tiempo, para
hacer la comida para su padre. Las excursiones al monte, eran un
momento agradable, lejos de la inmundicia, la ruina y el ruido de las
guerras que asolan todas las culturas. El patrimonio de la humanidad
está en constante peligro. En los costados de la vida, ya se ven las
manos del gigante que la estrangula. Como cicatrices en la selva, que
está arrasada por la codicia de unos y la pobreza de otros. Tesoros
naturales sumergidos en el caos. Terrorismo masivo. Depósitos de
déspotas, afinan sus argumentos para prometer un bienestar que nunca
llega. En las guerras, no se elige como morir, solo esperas que sea
con un tiro certero en la cabeza. Revisemos los genocidios actuales,
recordando los que ya pasaron. Las sociedades secretas. La peste
negra y la Inquisición. Gobiernos corruptos. Mafias del oro, droga,
armas, órganos, esclavos, animales y obras de arte, pululan a su
antojo, solo para conseguir el sobre-valorado dinero, que mantendrán
protegido en el sótano blindado de una majestuosa mansión. La
felicidad se busca de infinitas formas. Caminar es salud.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.