miércoles, 22 de marzo de 2017

El tercer hijo de un pueblo sin cielo.(9º)

La distancia que ahogaba el corazón.


Ese verano, el pueblo que gozaba de la bandera de moda de la marcha de los noctámbulos, estaba a diez minutos en coche por la autovía, del Concello de las cinco fronteras. Habían hablado durante un par de horas, mientras frecuentaban los distintos bares que iban visitando en la calle de la movida nocturna, de cosas triviales. Se pusieron al día, entre charlas entrecortadas por las interrupciones espontáneas del ir y venir de las amigas eufóricas, que se distraían con ella de fiesta. Todo sucedió de forma imprevisible. Sin premeditación. Esa noche, se vieron por primera vez, después de estar muchos años sin contacto de ningún tipo. Coincidieron en la acera, donde la gente pernoctaba de pie o sentada, con sus manos ocupadas, sujetando a la pareja, una copa, un cigarrillo o un liado de mariguana. Verse de nuevo, fue como sentir el primer flechazo de Cupido. Al momento de saludarse, dándose la mano y los dos besos de cortesía habitual, decidieron pasar juntos toda la velada. Querían recuperar el tiempo perdido. Conversar y saber el uno del otro, para ambos, era una prioridad. Decidieron no mezclarse con el entorno bullicioso de las pandillas, el alcohol y la cocaína. Todo el tiempo que duró el ocio con las compañeras en la celebración de la despedida de soltera, se lo dedicó a el. Al terminar de jugar una partida de billar, se marcharon a buscar su intimidad cordial y absoluta tranquilidad, al coche. Querían desaparecer juntos, en un paréntesis de paz. Hacer de ese momento un interminable recuerdo. Memorias romancistas. El motor mecánico del cuatro latas, encendió su rugido al ritmo del acelerador. La radio sonó con las melodías del pop de la década de los años noventa. Un clásico de Los Héroes del Silencio rompió los moldes. Los dos cantaron con los trastes del rock ibérico. Euforia en la alegría de la vida. Realidad de autonomía sentimental. Conexión, en una entrega verbal sincera. Ambiente de sentimientos escritos en la conciencia. Salud, entre dos tierras. Precipitaciones nulas.

Cuando sintió el húmedo y cálido beso, no se lo creyó. La que fuese el amor platónico de su infancia, lo había hecho de forma delicadamente fugaz. Un breve instante que le quedaría grabado en la memoria durante toda la vida. Aquella deslumbrante mujer, lo había llevado a un solitario mirador de un famoso monte, donde Valle Inclán posaba con busto de piedra, bajo el manto de la aurora boreal, para poder estar a solas y confesarle su secreto más guardado, con total confianza. Un regalo muy bien aceptado. Un obsequio tan importante, que la única poseedora era quien elegía a quien donárselo. Generosamente se lo ofreció en confesión. Humildemente lo disfrutó. Un tesoro echo añicos. Sentados en el capó del vehículo, se sujetaron de las manos y se fundieron en un abrazo, mientras los látigos de las luces de neón, reflejaban su alcance desde la lejanía urbana. Susurraron un diálogo en el discurso de los amantes errantes. Ella apoyó su cara en el cuello del hombre, a la par que lo besaba lentamente y le acicalaba el largo cabello. El, apoyó el mentón en la frente de la chica y respondió a cada demostración cariñosa, destapando sus emociones con la sensibilidad de un caballero. Los enamorados, llenaron su mundo real con la fantasía de un cuento de leyenda. Sabían, que después de ese encuentro, no volverían a verse o a estar juntos. Exprimieron cada segundo entre achuchones, arrumacos, caricias y mimos. Tallaron la felicidad en un suspiro. Aquel sello, fue teñido con la tinta oscura e intachable del cielo. Todos los demonios estaban lejos. Eran herméticos. Socios colaboradores de la empresa solidaria de la empatía, donaron.

- ¿Que nos ocurrió?- Le preguntó el caminante.
- Las chicas buenas, se enrollan con los chicos duros y rudos, pero se casan con los hombres finos y delicados.- Bromeó.- Nos fuimos distanciando por las circunstancias. Tu te marchaste a estudiar a Sanlucar de Barrameda, en Cádiz. A más de mil kilómetros. No te volví a ver hasta hoy.- Terminó la frase disgustada, con la garganta menguante.
- Si, estuve allí cuatro cursos. En un colegio interno del Instituto Social de la Marina. Me concedieron una beca y me marché con trece años. Saqué el graduado escolar de la educación general básica y el título de Técnico auxiliar de equipos de consumo electrónicos. Cuando terminé, me puse a trabajar de camarero y en la batea, hasta que me llamaron para cumplir el servicio militar obligatorio y no volví a vivir en la aldea. Lástima...

En pocas semanas, la chica formalizaba las nupcias con su prometido. Todo parecía que le iría bien. Todo estabilizado. Todo perfecto. Estaba allí para sacarse una espina que le atravesaba el corazón. Estaba allí, para decirle adiós a su primer amor. Así, cerraría ese episodio de un capítulo del libro interesante de su existencia, para siempre. Entre besos. Un dolor insoportable. Una tristeza que firmaría un contrato indefinido con la nostalgia. Pero tenía que ser. Los dos eran conscientes. Reacciones complejas. Puertas que tienen que dejar de estar entre abiertas, o bien son cerradas o atravesadas. El vínculo continuaría siempre. Eso no lo cambiaría ni la distancia ni la falta de comunicación.

- ¿Recuerdas aquella vez que vimos un espectáculo de títeres y marionetas junto al club de juventudes?.- Comentó el caminante con suavidad, mientras le apartaba con un dedo el flequillo. Añadió.- Daban miedo...
- Lo recuerdo. Me permitiste apoyarme en tu pierna, como si fueses mi respaldo. Sentí tu timidez y me dí cuenta que me gustabas. Fue muy romántico, una noche de primavera muy calurosa. Tumbados en la hierba, bajo la cúpula de los árboles y la iluminación tenue de las viejas farolas. Éramos demasiado vergonzosos y muy jóvenes. Yo estaba con mi mejor amiga, pero deseaba sentir tu contacto. Te clavé el codo en el muslo y ni te quejaste. Cuando terminó la obra de teatro, nos quedamos a escuchar como nos contabas cuentos de miedo. Uno que me impresionara, fuera el del hombre que hizo la apuesta en el bar, con un cazador, de que era capaz de dar tres vueltas alrededor del cementerio a medianoche. El hombre apareció a la mañana siguiente muerto de frio, con una rama de zarza sujeta al hombro. Dicen que el hombre pensó que lo agarraba un muerto y que con el pánico que le entró, se quedó allí, sin poder escapar ni mirar que es lo que tenía a su espalda. ¿Que años cumplíamos?.
- Creo que diez u once… aunque a mí ya me gustabas desde que coincidimos haciendo la catequesis. Mucho discurrí para poder ir a tu casa. Al final, me inventé la historia, de que tenía que copiar a mano El Quijote, solo para poder verte y estar contigo mientras hacías las tareas del hogar los Sábados por la mañana. Cuando terminabas, nos íbamos a jugar con los perros, a la hamaca de la huerta de junto al camino. Era precioso, infantil, ingenuo, inocente… una aventura. Alumnos, en lo desconocido, fuimos aprendiendo.
- Era un sueño hecho realidad. Yo ya sabía que lo hacías para verme. Mira que elegir el libro mas gordo...- La chica comenzó a llorar entre risitas y estrujó con ternura a su acompañante.- Eras un encanto, un pirata y un don Juan, además de un escalador de pinos, eucaliptos, robles y frutales. Muchos nidos tenemos encontrado de gorrión, golondrinas, abubillas, mirlos, cuervos, urracas, azores, gavilanes, milanos, lechuzas... Y las culebras y las víboras ya no se acercaban porque batías la rama de laurel, que también usabas de lanza, contra el suelo y los matorrales. Nos bañábamos en el río, buscábamos ranas, renacuajos y tritones en los manantiales y riachuelos. Visitábamos las casas deshabitadas y en ruinas...
- La ficción y el arte hace que nos distraigamos de la rutina.- Dijo para justificar el consuelo que expresaba en ese preciso instante. Estaba perplejo e hipnotizado.
- Te puedes morir, intentando vivir. Si lo piensas bien.- Le contestó con filosofía, al ver que su compañero estaba inmóvil e inerte contemplándola.
- Si, pero mezclando la magia y la ciencia, se inventan infinitas posibilidades.- Le correspondió dando fin a ese diálogo, absorto en el esplendor que emanaba la reina.

El caminante la arropó en su pecho. Las lágrimas lavaron los labios, dándole un sabor salado a los besos que siguieron la escena. Se sujetaron por el cuello entre caricias, con la suavidad del deseo. Se miraron sin pestañear. La pasión los envolvió con meticulosidad. Se anudaron en un pacto, que aunaría su amistad para siempre. Hechizos inconfesables, enmudecieron las palabras. Se convirtieron en observadores del vacío, en la inmensidad del universo. Brillantes en el cosmos, las estrellas fueron espectadoras de una fábula en la Tierra. Confesiones y fin. Facultades que separan los poderes que unen. Visiones del pasado.

- Quiero que sepas que siempre te querré. Te amo como al principio. Siento por ti un sentimiento tan profundo que nunca seré capaz de comprenderlo. Te adoro como a un chamán que domina el tiempo. Ahora mismo me llevas al pasado, cuando jugábamos a los médicos y a las “casitas”. Cuando éramos cómplices, en los descubrimientos diarios.
- Éramos muy creativos, pero también ingenuos. Me entusiasmaba tenerte cerca. Me quedaba mudo, solo de contemplarte. De día deseaba estar contigo y de noche dormía para soñar con tu bello rostro. Tu aspecto es un diseño abrumador. Fuiste mi musa, mi diva, mi ilusión, mi felicidad, mi mundo, mi alma gemela… me cautivas también ahora.
- Aún tengo las cartas que me escribías con poemas, guardadas en una cajita de madera, en mi cuarto de la casa de mis padres.
- Deberías deshacerte de ellas, aunque me duela decirlo… ahora te vas a casar.
- De eso nada… en los momentos más bajos, me gusta leerlas para animarme y motivarme. Escribías muy bien. Siempre fuiste muy correcto y dulce. Muy majo.
- Yo no conservo nada, todo se quedó en la casa del canlón. Hace años que la vendieron mis padres. Recuerdo que guardaba objetos que encontraba cerca de tu casa. Piedras de formas extrañas y colores llamativos. Canicas. Botones que me dabas para que los guardase para jugar como fichas del parchís, la oca, la escalera, el tres en raya y las damas. Una foto de carnet firmada y dedicada, que me dieras en una ocasión, en la fuente de detrás de la iglesia y el cementerio. Semillas, flores y hojas de plantas secas con los que me obsequiabas en las excursiones que hacíamos al monte, a la playa, la cantera, la casa del cura y las arquetas…
- Tienes muy buena memoria. Al igual que antes, ahora sigues llenándome de ánimo positivo. Estoy muy nerviosa por lo que está por venir. En este camino todo son elecciones. Tener el corazón partido para solo entregarlo a medias, me hace sentir mal.
- No haces nada malo por sentir lo que sientes. Todo mi ser te desea la felicidad. Eres una gran persona. Tan inteligente y bonita. Valiente, decidida, sensible… eres una gran mujer.
- Una mujer que te destierra a la exclusión total…
- No pasa nada, lo desconocido, en el amor, es como un rastreo perspicaz. Si no miras bien las señales, pierdes las pistas para continuar el rumbo que te gustaría conservar.
- Como zonas tempestuosas en un mar tranquilo y en calma. En este mundo tan pequeño, que da un giro y termina en un día… todo se repite. Todo ocurre bajo un patrón continuo.
- Piensa en las cosas que vas a tener y crear… hijos, un hogar… desafíos cotidianos…
- Protección y compañía. Responsabilidades y obligaciones. Todo es una fórmula garrula.
- Son cambios, renovaciones, madurez… entrega. Sacrificio...
- Si, supongo que cuesta celebrar un nuevo comienzo. Emprender con ilusión una carrera hacia la formación de una familia… es a la vez estresante. Mira, ya amanece…
- Es tarde para ser tan temprano...- Los dos se rieron con carcajadas de luz astral. Cuando el sol dejó ver su traje entero, se metieron en el coche e iniciaron el retorno a su tierra.

Decidieron decirse adiós allí mismo, donde las rocas fueron testigos sordos, mudos y ciegos. Su escenario lo amenizaron los grillos y el despertar del entorno. La brisa gastaba su fuerza, runruneando con los arbustos. Todo, adornado por miles de flores con aromas y colores personalizados. Rodeados, por la inmensidad de la soledad que ofrecen los grandes espacios naturales, se pronunciaron. En la altura, casi oliendo el agua condensada en las nubes, se confesaron en una peculiar y sentenciada despedida.

- Se muy feliz.
- Lo seré.

El último beso duró lo mismo que un sorbete de fresa de hielo. A la tarde siguiente, todo volvió a ser la incertidumbre, de siempre, para los dos. Oír, ver, callar, sentir, reprimir, obedecer… vivir. La hora de la verdad llegó, para pasar el turno y dejar de escuchar voces turbadoras. Las decisiones que guían de alguna manera nuestras acciones, contribuyen a la determinación definitiva de los hechos. Nuestros destinos están identificados con la absolución o el castigo. Sería su único y último aniversario. Homenaje al fin de una historia compleja. En la sede de los dioses, los caprichos, son fundamentalmente una moneda de cambio, para los efectivos que suministran los sufrimientos. Con ellos dos, las entes divinas, conquistaron su primer fracaso. A pesar de ser severos, no hubo represalias.

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