miércoles, 4 de enero de 2017

El tercer hijo de un pueblo sin cielo.(1)

Alas de Ícaro.


Caminaba descalzo, pensaba que así, se conectaría directamente con la naturaleza y se desconectaría de todo lo demás. Lo único que consiguió, fue clavarse un ciento de guijarros en las plantas de los pies. En la zona del puente, lo hacían aullar de dolor. Daba igual, era algo físico y momentáneo. Él, lo que buscaba, era alcanzar el grado espiritual y no tan solo un instante del tacto. Quería conocer por sí mismo, el sendero que guiaba su alma. El dolor era en su carne. En su mente y en su corazón sentía algo distinto. Era un cúmulo de sentimientos, sensaciones, ideas, recuerdos y quejas frustradas, girando como una cometa blanca de papel, descontrolada, por las corrientes de un viento insensible, juguetón, vil, mezquino y cruel. Como miles de canicas brillantes rebotando por el suelo.
Pensó mientras respiraba…

- “Dentro de la jaula, se encontró a sí mismo escupiéndole a los barrotes, para que se oxidasen aún más. Quería ser libre. Con el tiempo se estiran las ideas y se moldean, haciéndolas enormemente grandes. Gigantescas. Poderosas... si llegas a creer en ellas tan firmemente, como que la vida transcurre hacia la muerte, sin preocuparle la salud de los comensales de su banquete de ceremonias y celebraciones. Un matrimonio sin divorcio. Un soplo de niebla fresca hacia la eternidad desconocida. Un proceso doloroso. Somos pasajeros a lomos de los pájaros del misterio. Incertidumbre. Una incógnita tras otra. Preguntas y dudas. Hasta el Mino-tauro se perdió en el laberinto que construyó Dédalo para que viviese encerrado en el, entre sus propios desechos e inmundicias. Devorando el miedo, se alimenta de valor un nuevo héroe. Mi cuerpo es tan solo una coraza que se asoma por el balcón de mi alma. Ese es mi aspecto y mi imagen.
La Tierra es una célula viva que se regenera, tiene el poder de la fuente de la juventud y es el infinito de todo conocimiento. Memoria pura. La humanidad es tan pequeña, que esa visión la ciega hasta crear el despilfarro. En un mundo con tantos idiomas mentales, es muy complicado entenderse. Babel quedó enterrada bajo los escombros de su esplendorosa torre. Tan grande y excepcional que sepultó de golpe a todas las civilizaciones que abarcaban sus lindes, Abono de culturas, bajo los cascotes de la ignorancia. Tumbas. Un abrazo terrible, al homenaje de un pueblo que quiso crecer tan rápido, que se dobló por el peso de la maldad y la competitividad del consumismo. Vulgares, incompetentes ahogados por la grandeza del poder de la gloria, dejan sus logros escritos a latigazos en un libro de historia. Nunca mataremos a la muerte”.-

Sintió un pinchazo en el dedo gordo del pie derecho, que lo sacó brutalmente de sus meditaciones y se postró arrodillado. Conjuró y concentró a todos los demonios y los dioses en un gruñido. Cerró los ojos, apretándolos con fuerza. No derramó una sola lágrima, pero con su sangre regó su propia huella. Sumido en la sumisión, se sentó y le suspiró a las nubes mientras apretaba los dientes. Calló de nuevo en la comprensión de que no era nadie. Un ser diminuto en un mundo lleno de películas ajenas a su propia existencia. No sintió tristeza ni soledad. Se alegró, y ese pensamiento lo sacó del letargo, e irguiéndose prosiguió su conquista paso a paso. Siempre un poco más, una curva más, una cuesta más… un horizonte más, al que llegar y mirar sus flores mientras las huele… ¿Quien sabe lo que se encontrará ahí delante?… quizás una hierba callera rosa, que le alivie del dolor de los golpes y las contusiones. Aplicándola como cataplasma sobre las lesiones, es un estupendo calmante.
De su pasado conserva una resaca descomunal. Siguió leyendo en su memoria.

- “No huyo de mi pasado, ni tampoco me persigue... pero camino a su lado.
No escondo mi sombra, ni me asusta su presencia... vivimos abrazados”.-

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