Alas de Ícaro.
Pensó
mientras respiraba…
-
“Dentro de la jaula, se encontró a sí mismo escupiéndole a los
barrotes, para que se oxidasen aún más. Quería ser libre. Con el
tiempo se estiran las ideas y se moldean, haciéndolas enormemente
grandes. Gigantescas. Poderosas... si llegas a creer en ellas tan
firmemente, como que la vida transcurre hacia la muerte, sin
preocuparle la salud de los comensales de su banquete de ceremonias y
celebraciones. Un matrimonio sin divorcio. Un soplo de niebla fresca
hacia la eternidad desconocida. Un proceso doloroso. Somos pasajeros
a lomos de los pájaros del misterio. Incertidumbre. Una incógnita
tras otra. Preguntas y dudas. Hasta el Mino-tauro se perdió en el
laberinto que construyó Dédalo para que viviese encerrado en el,
entre sus propios desechos e inmundicias. Devorando el miedo, se
alimenta de valor un nuevo héroe. Mi cuerpo es tan solo una coraza
que se asoma por el balcón de mi alma. Ese es mi aspecto y mi
imagen.
La
Tierra es una célula viva que se regenera, tiene el poder de la
fuente de la juventud y es el infinito de todo conocimiento. Memoria
pura. La humanidad es tan pequeña, que esa visión la ciega hasta
crear el despilfarro. En un mundo con tantos idiomas mentales, es muy
complicado entenderse. Babel quedó enterrada bajo los escombros de
su esplendorosa torre. Tan grande y excepcional que sepultó de golpe
a todas las civilizaciones que abarcaban sus lindes, Abono de
culturas, bajo los cascotes de la ignorancia. Tumbas. Un abrazo
terrible, al homenaje de un pueblo que quiso crecer tan rápido, que
se dobló por el peso de la maldad y la competitividad del
consumismo. Vulgares, incompetentes ahogados por la grandeza del
poder de la gloria, dejan sus logros escritos a latigazos en un libro
de historia. Nunca mataremos a la muerte”.-
Sintió
un pinchazo en el dedo gordo del pie derecho, que lo sacó
brutalmente de sus meditaciones y se postró arrodillado. Conjuró y
concentró a todos los demonios y los dioses en un gruñido. Cerró
los ojos, apretándolos con fuerza. No derramó una sola lágrima,
pero con su sangre regó su propia huella. Sumido en la sumisión, se
sentó y le suspiró a las nubes mientras apretaba los dientes. Calló
de nuevo en la comprensión de que no era nadie. Un ser diminuto en
un mundo lleno de películas ajenas a su propia existencia. No sintió
tristeza ni soledad. Se alegró, y ese pensamiento lo sacó del
letargo, e irguiéndose prosiguió su conquista paso a paso. Siempre
un poco más, una curva más, una cuesta más… un horizonte más,
al que llegar y mirar sus flores mientras las huele… ¿Quien sabe
lo que se encontrará ahí delante?… quizás una hierba callera
rosa, que le alivie del dolor de los golpes y las contusiones.
Aplicándola como cataplasma sobre las lesiones, es un estupendo
calmante.
De
su pasado conserva una resaca descomunal. Siguió leyendo en su
memoria.
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