sábado, 14 de enero de 2017

El tercer hijo de un pueblo sin cielo.(3º)

El inicio de un despertar.


-“No es el momento...”-.

Fue lo primero que pudo pensar. Sentía un dolor tan profundo, que con su cuerpo de carne, enterraba la tierra. Siempre creyó con certeza, que si llegado el día, su existencia se cruzaba con la muerte y la desaparición total, se lo pondría muy difícil a la condenada “Parca”. No le serviría, en bandeja de plata, su preciada cabeza. Había vivido en un mundo donde la muerte podía morir y el tiempo no existía. Ahora era muy distinto. Estaba perdido dentro una esfera caótica, cruel y traicionera. Él siempre había sido mucho más antiguo que todos los seres místicos, religiosos, paganos o tribales que la imaginación humana pudiese crear desde el principio de los tiempos y de la razón. Era más arcaico que los mismos dioses y la creación del universo infinito.

-“ Quiero vivir...”-.

No entiende muy bien el significado de la suerte y solo sabe, que está, para quien es. Así es de realista y no cree en ilusiones. Así es de tajante y decidido, en ese tipo de afirmaciones. Palabras que no tienen mucho sentido, son tan válidas como una mentira grotesca.
Lo que ve, en esos breves destellos del despertar de la consciencia, son imágenes de troncos de árboles que emiten sonidos sin melodía, mientras su corteza se retuerce. Acordes arcanos y prohibidos. Pero en estos tiempos, ¿qué es lo que tiene sentido?, o simplemente, ¿donde esta, o se encuentra este?. Dudas, bajo una ignorancia que lo aplasta todo. Misterios de acertijos sin respuestas ni solución. No pierde su tiempo garabateando pensamientos que no llevan a ningún puerto o decisión certera. Solo intenta volver en sí. Ser útil.
Una vez alguien, le había dicho, que el norte siempre está hacia delante. Idiomas místicos del Edén. Él, ve el camino limpio, pero son muchos los cruces que invitan a pactar con cualquier Demonio. Allí donde se sentencia el destino, nunca hay grandes tesoros, para quien esté, debajo de la mirada grotesca e incierta del Diablo. Luces blancas corren peligro, mientras esperan, al vacío oscuro, de una luz negra, que absorberá toda su bondad para alimentar el miedo. Es la lucha eterna del equilibrio. El bien contra el mal.
Será severo, aplicando justicia verdadera y con honestidad, las guiará hasta la victoria final. Solo una frase quedó grabada en su cerebro humano como a hierro candente, antes del destierro. Era una voz sin dueño y sin alma. Tenebrosa y vil, afirmó;

-“Ahí viene el merodeador errante de las sombras...”-.

Se despertó unos segundos, para volver a caer en un profundo desmallo. El errante deliraba, mientras desnudo, luchaba por sobrevivir, como una rutina tediosa, en el proceso del descanso de la recuperación. Tirado como un fardo de paja a un foso de barro húmedo, su aspecto era lamentable. Comenzó a retorcerse. Con sus manos arañó la lejanía de las nubes, que acariciaban la bóveda forestal. Se agarró a la vida, mientras se ahogaba con su propio pelo. Se adaptó a la mezcla, con el ser físico. Los huesos, la sangre, todo le pareció pesado, incluso sus dedos agarrotados. Su boca era el mismo brillo del desierto. Una sequedad ácida y árida. Bebió agua de un pequeño arroyo y recordó el frio, mientras se hidrataba y recorría la pureza del líquido, por sus venas.

-“No hay sombras malignas aquí...”-.

En esos momentos, la noción del tiempo era algo de lo que carecía. Solo deseaba no volver a la desaparición total, de la pérdida del sentido vital. La caída desde su mundo lo había dejado inerte y debilitado.

-“La evolución se encaminó hacia la destrucción y todo comienzo es el fin de algo”-. Deliraba, con su memoria espesa.

-“Maldita sea, ¿hay alguien ahí?”-. Como respuesta, el conocido silencio.

Sonaron ritmos, producidos por tambores lejanos. Eran ecos de sus propios recuerdos entremezclados. Cánticos de voces inocentes, titularon una oración, pidiendo en el grito del silencio a un liberador, un guardián, un Paladín, o un héroe. En su desvarío, recordó:

-”Cuando lo negaste todo y colgaste tu armadura, poniendo fin sin luchar, la tierra se partió en dos. Maldita sea, ¿no te importó?”-. Gritó una voz sin rostro.

-”Levántate y pega con tu puño cerrado. Cuando no lo sepas, estarán muertos ya. No huiste dándoles la victoria... Pero temiendo perder te entregaste sin ofrecer resistencia. Maldita sea!”-. Gritó una voz sin miedo.

-”Si nos dejas ante lobos hambrientos y temiendo a la guerra, perderás el mundo en tus manos. Proclaman los que mas te quieren, que serás el mejor cuando tu lo decidas. No regales lo que siempre fue tuyo. La tierra se recreará y cuando la reclames, la tierra se entregará a ti. Eres un espectro, un guerrero, ahora todo el mundo lo sabe, maldita sea”-. Gritó una voz en una garganta rota. Sin dudar de él, lo nombraron dios, aunque nunca lo supo ni lo creyó.

Dirigieron sus frágiles ojos, hacia una luz que los dejará ver de nuevo. Lo llamaron “El despertar”. El inicio de algo desconocido, requiere de un valor extraordinario. El levantamiento, después de haber sufrido el fracaso del sometimiento de arrodillarse ante el enemigo, es una victoria. Solo el culto a la verdad y a la razón, convertirán a ese ser sin patria ni hogar, en ejemplo de sabiduría y conocimiento. El libro se escribirá, con tinta divina.
Con los últimos resquicios de su fuerza de voluntad, consiguió incorporarse. Todo daba vueltas. Cuando su cerebro dejó de bailar, pudo ver su alrededor. No era un momento agradable. La noche, con su vestido de velo claro, lo arropó.

Distinguió a pocos metros, la silueta de una herramienta junto a un bulto que parecía ropa abandonada. Tambaleándose logró alcanzar el objeto. Era un hacha, que agarró y usaría de apoyo, para salir de aquel barranco. Supo entonces lo que es el tacto. Después se vistió un pantalón, calcetines de lana y unos zapatones viejos. Logró llegar a la cima de un pequeño monte entre gruñidos y observó la amplitud del espacio que se extendía hasta el horizonte. Brillaba la Luna llena. Meditó un largo tiempo. Comprendió la situación en la que estaba y se dispuso a actuar. La venganza será certera. Lo recordarán durante largo tiempo, en los archivos de la pura memoria de los cimientos de la materia. Cobardes traicioneros, me emboscasteis para destruirme.



- “ Solo soy verdad y lealtad... no merezco esto.”-.

Lloró la rabia mientras sintió la imponente angustia que ahogaba sus nervios. Su ego explotó en un alarido y recuperó la energía encerrada en lo más profundo del instinto quebrado de un humano. La caja de Pandora se abrió durante un instante. Se convirtió en un aniquilador. Recuperó su autoestima. Los salvajes pensamientos revolotearon como un plan surgido del absoluto poder del raciocinio devastado. Se confeccionó todo muy deprisa. Luchará contra lo maligno usando sus propias armas. El miedo. Luchará contra esas bestias. Extinguirá lo mezquino. Creará un terror que les matará al instante. Los destrozará, dejándolos en el olvido absoluto. La ilusión y esperanza son deseos que no serán inútiles ni mutilados. Recordó lo que le habían hecho. Lo hirieron y golpearon hasta darlo por muerto y lo dejaron en un hoyo de un bosque fértil, abandonado a la suerte de las alimañas de un mundo terrenal. No contaron con que sobreviviría a su ensañamiento brutal. No contaron con que allí, donde ya no caben vacíos y solo impera lo maligno, rascando y mutilando, es un turbio mundo emponzoñado que devuelve los daños. Ahora se había convertido en un solitario. Un desaparecido. Un desterrado. ¿Como contarán el tiempo en este mundo?. Tierra, recuerda que la llaman sus habitantes.

- “Soy orden y pureza ante el ofrecimiento del amor... pero también soy agresión e ira ante la violencia de los que me atacan.
Soy sensibilidad y vida, ante la belleza de la paz, pero también soy horror para los que provocan guerras.
Soy más antiguo que todo eso...”-.

Cuando el hombre recuperó su aliento y su consciencia, no recordaba nada de lo que en su cerebro se había pactado. Era el rumor de un sueño, en el cajón hermético de los olvidos. Solo sintió una fuerza emergente en su interior que lo erguía con benevolencia. Recordó que se resbaló en el terraplén y se cayó al arrollo golpeándose y quedando sin sentido. Recordó que era un leñador. Herido, se fue a su hogar, en busca de la protección y el calor de su familia. La noche era fría…

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