martes, 17 de enero de 2017

El tercer hijo de un pueblo sin cielo.(4º)

Senda maldita


Llueve con suavidad y la luz es gris, en el cielo enmarañado de nubes toscas.
La respiración apagada por el cansancio, el corazón a un ritmo acelerado, el sudor empapando sus frentes y bajándoles por las mejillas, hasta enjugarse con el cuello de las camisetas. Los cuervos vigilan sus movimientos con ojos latentes sin parpadear. Otras pequeñas aves, que se camuflan entre las hojas, en la protección de la altura de los titánicos eucaliptos que pueblan el bosque antiguo, sellan su silencio. Árboles, gigantescos, arropados en la base de sus troncos, por un mar inaccesible de helechos, laurel, zarzamoras y tojo, crujen con el baibén del viento. A otros los viste la hiedra. Es sepulcral, la humedad es muy espesa. El camino de acceso es de piedras talladas por algún cantero. Cantos redondos sueltos, que ruedan, a causa del desgaste del ajetreo del ir y venir de la gente y de las lluvias invernales de antaño, patinan por las suelas de su calzado. En algunos tramos, parches de morrillo y escombros sepultan surcos profundos.
A ambos lados de la senda, ruinas de paredes y muros construidos a mano sin cemento, guían el camino. Bloques de granito entremezclados con las raíces y la maleza crecida libre y sin control de sega humana, se quiebran en un abrazo eterno. Todo lo que les rodea está cubierto de musgo y de cientos de especies de hierbas, matorrales, arbustos y plantas. La anarquía que rige las leyes de la naturaleza, es caprichosa. Ella misma se poda. Dejan ver sus rudas caras, algunos castaños caídos, que retorciéndose volvieron sus copas de nuevo hacia la luz boreal. Los Alcornoques, parodian el ritmo de los grillos. Parece un cuadro, todo parece fantástico y de fábula. Los sentidos quedan hechizados, como si el bosque susurrase un idioma suave y al mismo tiempo recio, poderoso. El ambiente se impregna de colores tan vivos como brillantes, a causa de las gotas de agua que se deslizan por nudos, brotes, tallos, ramas y rocas. Los insectos corretean y vuelan por los laberintos vegetales.
No va solo, también está con el, su compañero inseparable, el perro de raza Bóxer, Chamán y una amiga de ambos.
Chamán, es tan sigiloso, que consigue mezclar su ruido, con el sonido del idioma montés. Son puro vínculo con el entorno. No cambian nada, solo dejan su peso marcado en el suelo que pisan, por sus huellas. A cada paso, más se aproximan a su meta.
El hombre comenzó a hablar y cambió la energía del lugar. Todos los seres que pernoctan en el bosque, dejaron sus labores, para escuchar la cálida voz.

- Estamos llegando, ya se aprecian las dos primeras casas… o lo que queda de ellas.-

La chica, apresuró su velocidad mientras le preguntó:

- ¿Cual es la historia de este lugar abandonado?.-

El Caminante le respondió, con un breve resumen, lo que había leído en algunos periódicos.

-Una leyenda, cuenta que en esta aldea desaparecieron sus habitantes. Muchos de sus parroquianos no saben ni que existe. En la prensa se habló del tema y en algún programa de televisión. Incluso un conocido escritor, contó y publicó un breve cuento. Dicen que en las proximidades de estas ruinas, en este lugar, hay un tesoro enterrado y que quien lo encuentre, atraerá una maldición. Lo escondió un cura, por los alrededores de una iglesia, al que se lo habían entregado unos ladrones que lo habían robado en un monasterio. El cura apareció muerto y a los ladrones los asesinaron. Después de eso, la aldea fue abandonada. En esa época, el siglo (XVI), la Peste negra asoló con todo. Empezó a morir la gente, los animales y las cosechas se perdieron.
Entre los rumores también se habla de las incursiones de los pueblos del norte de Europa. Los saqueadores dejaban su botín enterrado para recogerlo en otro momento.-

Una ardilla saltó de un Níspero al suelo. Alzó su cabeza y su cola y los miró mientras aplaudía. Chamán fue a saludarla, pero ella no esperó y de un salto se encaramó al torso de un pino. Lo recorrió de forma ascendente en tirabuzón. Al llegar a una rama que le proporcionó la seguridad que buscaba, se quedó inmóvil observándolos.

- Tenemos un espectador... seguiré, añadiendo que a este lugar, lo llaman Aldea maldita. Mira que tenemos aquí, es Pie de Oso, una planta medicinal que tiene virtudes tónicas, estomacales y es estimulante, toda ella. Sus jóvenes tallos se comen crudos. Hierba de Hércules. De sabor cítrico. Se puede confundir con el perejil gigante, que es muy agresivo por su látex blanco y provoca muchos accidentes anualmente…-

- Si, mira... también crece Nueza Negra, que es tóxica, pero su raíz sirve para elaborar ungüentos capaces de curar golpes y heridas. También la llaman hierba de la mujer apaleada. Pero sigue, ¿apareció algún cofre con un tesoro?.-

Chamán bordeo las ortigas y husmeó un Saúco en el dialecto de los canes. Ladró honestamente, y su compañero el Caminante, habló de nuevo.

- Veo que te interesa... pues leí que apareció, hace muchos años, una de las piezas más famosas. Un casco de oro, otros dicen que es un Cáliz, que presenta una ornamentación con líneas y círculos concéntricos muy profusa. Los arqueólogos no se ponen de acuerdo para definirlo y se conserva en el museo Arqueológico de un castillo con el nombre de un santo.-

La brisa suspiró un llanto. Un susurro rebotó como un eco lejano. Chamán se avispó.

- ¿Quién hay ahí…?-. La chica no daba crédito a lo que veía y se aferró al brazo del guía.
- ¿Donde...?-. El Caminante sabía que algo no iba bien.

Chamán estaba alerta mirando hacia el mismo lugar que la chica había señalado. Inmóvil. En posición de defensa. Comenzó a gruñir y se le erizaron los pelos desde el cuello al rabo. No era buena señal.

De repente, apareció de la nada. Un ser vestido con la piel despellejada de un jabalí. Se distinguía algo de la cara dentro de la boca del cerdo salvaje. Detrás de sus colmillos, agachaba unos ojos histéricos. Desequilibrados. Era una máscara macabra. Con una hoz en cada mano, que eran pezuñas. Saltó desde lo alto del muro en el que estaba agazapado y se plantó delante de ellos, a unos siete metros, cortándoles el paso del estrecho camino. La emboscada los había sorprendido y asustado. La cosa habló como vomitando cada palabra, desde la cabeza degollada del animal.

- "Veo basura por todas partes... basura humana... ¡¡Solo sois sacos de huesos y carne putrefacta!!”.-

Esa cosa no sabía que dentro del Caminante ya se estaba gestando un contraataque.

- “Tenéis el paso cortado, dad media vuelta y no volváis. Os mataré...”-. Seguía balbuceando el ser.

El Caminante avanzó mientras apartaba con suavidad a la chica y le ordenó a Chamán que se estuviese quieto. En el primer paso, se agachó y recogió un puñado de guijarros, piedras, polvo y arena, con su mano izquierda. En el segundo paso, con su mano derecha, ya tenía agarrada una vara de dos metros de longitud, que usaría de lanza.
El Caminante cargó contra el ser, que con aspavientos amenazadores, movía las hoces.

- “Soy un espectro de la hoz...”-. Gritaba el monstruo, mientras lanzaba una de las herramientas, con tanta fuerza, que silbó en el aire mientras giraba.

El Caminante usó su mochila como escudo y la hoz rebotó, cayendo a sus pies. Mientras el ser se disponía a lanzar la otra, aprovechó para tirarle a la cara las pequeñas piedras, provocándole durante unos segundos, que se atragantase con el polvo. También lo había cegado. En ese momento, le asestó con la lanza un golpe seco en el esternón. El ser, retrocedió, sin aire y sin fuerza. Una lluvia de golpes punzantes le recorrió todo el cuerpo. Desde la cabeza a los pies. El ser, dolorido, escapó por donde les había emboscado.

- ¿Que pasó?¿Que era eso?-. La chica ya estaba al lado del Caminante con Chamán y tenía la hoz en su poder.

- Eso… a saber. Es bastante peligroso venir aquí, por lo que veo, y no precisamente por las maldiciones. No se como contar esto, si lo denuncio a la policía… pensarán que estoy loco.-
- No sabemos si era hombre o mujer, iba totalmente tapado… con un cadáver de puerco...-. La chica dirigió su mirada hacia el lugar por el que había escapado el ser perturbado.

Se quedaron un rato mirando en silencio. Clavados al suelo. Digiriendo lo que acababa de ocurrirles. Chamán siguió el rastro unos metros, bosque adentro, hasta que el Caminante lo llamó con un silbido. Eso los sacó del trance, que los mantuvo inertes casi un minuto.

- De niño, tengo ido a robar fruta a las fincas. En alguna ocasión, nos tienen lanzado, martillos, cuchillos, machetes e incluso horquillas. También nos disparaban con perdigones de sal. Pero esto es nuevo.- Recordó en voz alta el Caminante.
- Eran otros tiempos.- Contestó la compañera. Chamán ya estaba con ellos.

Continuaron la excursión y observaron la aldea en ruinas. A pocos metros había casas habitadas y huertos cultivados. No apareció ni un alma. Presionados por la sensación de estar siendo observados, decidieron marcharse de allí. Todo quedaría en el recuerdo de una experiencia. Años después, hablarían del suceso entre risas y conjeturas, en la terraza de una cafetería, también a mediados de Junio. Seguían vivos. Su conclusión fue, que cuando se es pequeño, no le damos la misma importancia a las cosas, como cuando somos mayores. Los miedos son muy distintos... Al igual que el instinto de supervivencia. La infancia es única e irrepetible. La madurez, es una celda oscura llena de enemigos celosos de su patrimonio. Nadie cede un centímetro en el reino de la escasez. Nadie.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.