martes, 24 de enero de 2017

El tercer hijo de un pueblo sin cielo.(5º)

La isla del Urco


Todos los niños de la aldea y otros que habían venido de los pueblos colindantes para jugar, miraban desde el balcón, aquella luz, que sobrevolaba toda la isla, de un extremo a otro. Solo uno de ellos se mantuvo en silencio y quieto, mientras la pandilla gesticulaba y gritaba todo tipo de ideas que se les ocurría. Era un espectáculo, una gran fiesta. El coro de voces iba aumentando su volumen, ignorando el silencioso manto nocturno, que disimulaba los rumores de las conversaciones de los adultos que estaban en la cocina de la planta baja de la casa, picando manjares rurales y bebiendo elixires caseros.

- Tiene que ser un helicóptero.-. Comentó el chico más alto y el mayor de todos.
- O un globo aerostático…-. Dijo la niña que estaba subida a la cama de matrimonio, saltando sobre el colchón. Rozaba los diez años.
- Que va… tiene que ser una avioneta.- Le llevó la contraria su amiga que la sujetaba de la mano y brincaba con ella entre risas nerviosas y su melena enmarañada.
- ¿Será un una Rosa?¿Será un Clavel?¿Será la mierda que yo cagué…?-. Preguntó el más gracioso de la pandilla, que se situaba sentado al borde del somier, que había quedado al descubierto, por el ajetreo de las saltimbanquis.

Entre las carcajadas, se quedaban sin aliento. El contagio era casi total. Solo uno, guardaba silencio, mientras seguía observando aquella luz que volaba dando giros en círculos perfectos, por encima de la isla. Giros limpios y suaves a una velocidad constante, lenta. Hasta que de repente se quedó inmóvil justo en el centro y comenzó a descender hacia los árboles.

- Mirar… lo que hace el platillo volante.-. Habló por fin, el niño más tímido, peculiar y solitario.

Todo el mundo se acercó al chaval que había permanecido en el balcón, y lo rodearon. El aparato se detuvo, muy cerca de las copas de los pinos más altos. Estuvo ahí varios minutos. Inerte, estático como un faro que dejó de dar vueltas y apunta en la misma dirección, siempre. Pasó de ser una luz de color blanca a amarillenta, naranja, roja, azul y por último verde. La pandilla enmudeció. El objeto lumínico se desplazó de nuevo, elevándose como un tornado. Parecía la onda de un pastor, que va a lanzar un guijarro hacia el peligro que acecha a su rebaño. El objeto de luz, desapareció en el cielo estrellado a una velocidad impresionante. Sin hacer ruido ni dejar rastro de humo, en su sigiloso despegue de destellos lumínicos, se mezcló con los astros y la materia oscura. Comenzaron las especulaciones y la imaginación infantil abrió sus puertas para dejar airear la fantástica fantasía. Un momento mágico se había convertido en una sesión de hipótesis y cuestiones. La jungla de risas pasó a ser un debate de palabras, en busca del conocimiento. Acertijos tecnológicos. Ciencias secretas. Investigación. Un mundo de temas, recorrió el dormitorio vestido con tablas de madera. Pinceladas de misterios, embadurnaron el ambiente de aquel instante de la nostálgica infancia.

- Mi abuela me contó que esa isla era de un general y que se la regaló a un rey, después de una guerra y una dictadura. Que hay personas enterradas ahí, que fueron asesinadas y que no se sabe ni quienes son.-. La niña del pelo negro recogido en coleta, expuso lo que en una ocasión escuchó, mientras recogía patatas en uno de los huertos que poseía su familia.
- A mi, me dijeron que era de una familia muy rica de caciques terratenientes, y que la tenía para criar caballos, conejos y cabras. Dicen que vive ahí un señor que cuida de ese lugar, pero que nadie lo a visto, nunca. Está prohibido desembarcar, si no dispones del permiso del guardia de la catedral de la capital.-. Añadió al comentario, el joven pelirrojo.
- Pues yo se de marineros, mariscadores y turistas que ya estuvieron en su costa y solo vieron maleza, silvas y tojos. Es un lugar al que van a desnudarse algunas personas para tomar el sol entre las piedras.-. Discrepó en voz autoritaria y convincente el más grueso y fuerte.
- Creo que descubrieron una base militar subterránea, y desde entonces no dejan ir a nadie ahí.-. Dijo la niña que vestía con un peto vaquero verde y tenía el pelo corto.

El debate continuó hasta que la historia del Urco resonó entre todas las voces y fue rescatada del olvido. El niño más callado habló:

- Es donde vive el Urco... Un perro lobo que nace de la espuma del mar que dejan las olas al morir en las playas y acantilados. Sale cuando la noche es más oscura con un manto de niebla y no hay Luna. Quien lo mira a los ojos, se muere al instante, por el terror que provoca.-
- Entonces… ¿como saben que existe?-. Preguntó la chica más morena de piel, al niño, que contaba la leyenda.
- Porque lo investigaron hace mucho tiempo. Aparecieron cadáveres mutilados y descuartizados esparcidos por la costa. Devorados por algún animal salvaje de grandes proporciones. Cuando les hicieron la autopsia, no tenían la sangre de las venas, estaban secos. Otras víctimas ni se sabe, aún ahora las están buscando, y creen que fue el Urco, el perro lobo del infierno, que se las comió. En esa isla encontraron una cueva con restos humanos, huesos, cráneos, ropa, objetos... Se cree que tiene muchas madrigueras y túneles, esparcidas por toda la comarca, donde posiblemente se encuentren más restos de gente desaparecida. El Urco afila sus uñas en las piedras y se pueden ver los arañazos que deja. - Terminó, el orador.
- Otra gente piensa que tan solo es una historia que nos cuentan a los niños para que tengamos miedo y no vayamos solos a la playa por las noches.-. Comentó el chaval de las pecas y el pelo rojo.

En ese mismo instante, la puerta del dormitorio se abrió de golpe. Todos los presentes se estremecían, a la vez, que sus cuerpos al unísono, daban un respingón. El susto fue tan intenso, que paró el tiempo en una mueca de sorpresa y vergüenza. Pronto empezaron las risitas y los murmullos. El adulto asomó su cara entre la puerta y el marco, mientras les comunicaba que fuesen bajando para cenar.

- Venga es hora de cenar y marchar. Vamos bajando, que tenéis la comida caliente. Venga, venga… que es tarde.-. Les metía prisa, para que los miembros de la pandilla infantil, se levantasen del suelo, la cama y el sillón. Rápidamente bajaron la escalera en fila india. Cenaron y se fueron a sus casas.

Esa noche, durmieron asustados. No pensaron, solo sintieron. Recordaron el terror y en sus sueños lo convirtieron en real, hasta destruir la razón y crear la pesadilla. Solo uno de ellos se mantuvo despierto, no dudó en enfrentarse al miedo con los ojos abiertos.
Esa noche la isla ardió. Las campanas lloraron con aullidos, la muerte del viento en llamas.

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